Una planificación responsable del cierre de minas es importante para todos, no sólo por los motivos más “visibles” (recuperación biológica y paisajística de la zona explotada). Sino que se debe prestar atención a mejorar el secuestro de carbono en suelos, de manera que contribuya también a reducir el calentamiento global.
¿Puede el cierre de una mina contribuir a reducir el efecto invernadero?
En los últimos años, la lucha contra el efecto invernadero está en todos los ámbitos de la vida. Ya no solo miramos al cielo, para controlar nuestras emisiones y ver qué efecto tiene la actividad humana en el aumento de las temperaturas globales. Ahora, también estamos pendientes de controlar cualquier fuente de CO2 que nos rodea y sobre la que podamos tener algún control.
El planeta, debido a su actividad y al aumento de la población en su superficie, es un hervidero de gases, que se recogen y se emiten a la atmósfera. Unas veces, se trata de actividades inofensivas para el planeta y otras, una seria amenaza. La Cumbre sobre el cambio climático de París 2015 marcó un nuevo hito en la lucha contra el calentamiento global. Ya no hay excusas ni tiempo para pensar. Hay que actuar. De esa cumbre (con mayor o menor responsabilidad) se salió con un compromiso global, el de luchar para que la temperatura media del planeta no suba por encima de los 2 grados.
Para cumplir con los acuerdos de París debemos contribuir analizando el impacto de cualquier actividad humana en la emisión de gases de efecto invernadero. El cierre de una mina, también.
Para ello, es necesario que todas las actividades humanas se replanteen en función de su agresividad hacia la atmósfera. El cierre de minas, también. En general, se trata de rehabilitar porciones de tierra convertidas tras las operaciones mineras en “desiertos biológicos” y devolverlas a su anterior estatus: suelos fértiles, en los que la vida atrapa el carbono del aire (CO2) y lo secuestra, en forma de carbono orgánico, es decir, carbono que forma parte de tejidos de organismos vivos.
Pero hay una notable diferencia entre las cantidades de carbono secuestrado en suelos estables y las cantidades inmovilizadas temporalmente en suelos inestables. Esto es precisamente lo que ocurre en el cierre de minas. La mayor parte de las veces, los cierres convencionales (una capa de arcillas que aíslan un suelo contaminado y otra capa superpuesta con materia orgánica) suelen fallar. El agua de escorrentía lava los suelos y el carbono vuelve rápidamente a la atmósfera.
Cierre de minas con tecnosoles como solución al cambio climático
Los tecnosoles se formulan (determinando la composición de materiales originales), para evolucionar hacia una materia orgánica estable, formado humus, lo que constituye una fuente de carbono a largo plazo (carbono recalcitrante) frente al carbono lábil contenido en la mayor parte de suelos orgánicos artificiales. Y, a partir de aquí, al establecimiento de una vegetación permanente, que maximiza su crecimiento espontáneo y, por tanto, incrementa la capacidad de secuestrar carbono.
Los beneficios de sellar una mina con un suelo estable son varios:
- Propicia el establecimiento de una vegetación permanente, cuya tasa de retención de carbono es mucho más alta.
- Reduce la escorrentía y evita pérdidas de materia orgánica por lixiviación.
- Mantiene un suelo aireado, con cantidades elevadas de oxígeno, facilitando así la descomposición aeróbica de la materia orgánica y evitando la generación de metano: un potente gas de efecto invernadero, con un factor de calentamiento global equivalente a 28 veces el del dióxido de carbono.
Secuestro de carbono con tecnosoles
Los tecnosoles secuestran mayor carbono orgánico inmóvil en el suelo (primeros 10 cm) que las soluciones convencionales: entre 1.25 y 2.50 veces más. Un contenido normal de carbono, en suelos medios, está en un orden de 25 tC/ha, lo que equivale a haber retirado de la atmósfera 3,6 veces (masa) de CO2. Así, se consiguen diferenciales de 140 tCO2e/ha frente a tecnologías convencionales. A esto hay que añadir el secuestro que se produce en los tejidos lignosos de la vegetación que progrese sobre el suelo. En suelos boscosos, son contenidos típicos los 150-200 tCO2e/ha; este contenido es menor en formaciones arbustivas o herbáceas, pero aún a tener en cuenta.mi